Finalmente pisaremos Bolivia después de un intenso viaje de 12 horas en autobús aderezado con frío, polvo y una parada obligatoria, debido al octavo problema mecánico del ómnibus. Uyuni , una población de 20.000 habitantes nos esperaba a 3669 metros de altura, con más frío, viento y lluvia. Un acogedor hostal nos cobija de las inclemencias del tiempo por 70 bolivianos la habitación (7 €).
Bolivia tiene una población de casi 10 millones de habitantes y una extensión de casi 1.100.000 km cuadrados (como España y Francia juntas). La capital de facto es La Paz, pero Sucre la administra constitucionalmente. Como idiomas oficiales está el español, el quechua, el aimara y el guaraní, y más del 60% de su población es indígena. Bolivia es el país más elevado, aislado y escarpado de América del Sur y es de los más fríos, calurosos y ventosos del planeta, lo que lo convierte en uno de los más inhóspitos y a la vez apasionantes del mundo. A pesar de ser el país latinoamericano más rico en recursos naturales, es el más pobre de todo Sudamérica con una renta per cápita en torno a los 1000 dólares anuales.
En 1970 Eduardo Galeano en una crónica llamada Toda Bolivia en un Vagón , describía así el país altiplánico: "Las Vías están anegadas. Es época de Lluvias (de noviembre a marzo) y de las montañas se ha desprendido una mazamorra de barro y piedras que obstruye el paso durante varios kilómetros. Las vías están anegadas: no se sabe por cuanto tiempo nos quedaremos aquí, clavados en medio de la cordillera desierta. <<¿Un día?>> <<¿Quince días?>> . No cabe una aguja en el vagón de segunda, repleto de contrabandistas y de contrabando, de mujeres indígenas de rostros minerales con sus niños a la espalda, niños de todos los tamaños, gallinas, ovejas a medio desollar, bultos de mercaderías que forman sólidas fortalezas inexpugnables todo a lo largo del pasillo.”
Estamos a principios de 2011 y el país no ha cambiado mucho. Todo en Bolivia es una aventura, tanto para las cosas buenas como para las malas. Los tres días que pasamos en el Salar de Uyuni son una buena prueba de ello. Los touroperadores te destacan en detalle lo que harás durante los tres días y dos noches que dura la expedición al salar más grande del mundo (12.000 km cuadrados). Sales a las 10 de la mañana (hora arriba, hora abajo) con un jeep todo terreno que a los 10 minutos ya se le ha parado el motor. No hay problema, el guía, Sebastian, además de conductor, era mecánico, cocinero, camarero y un largo etcétera, tan largo como los tres días que pasamos en el tan soñado Salar de Uyuni.
Lo primero que visitamos fue un cementerio de trenes donde se agolpaban más turistas que trenes. A continuación cuando apenas iniciábamos la excursión hacia el Salar, un control policial nos hace retroceder hasta Uyuni para buscar una lista con todos los componentes de la excursión (y uno piensa: no hubiera sido mejor llevarla de un buen principio? Lo dicho ... una aventura). Después de parar en algún pueblo para comprar cuatro artesanías y ver algún museo, finalmente llegamos al Salar. La espera había valido la pena. Kilómetros y kilómetros de planicies blancas se esparcían a nuestro alrededor, bajo un sol de justicia, la inmensidad estaba pintada de blanco.
La siguiente parada fue en la Isla del pescado o Isla Incahuasi. Era como un espejismo en medio del desierto blanco. La isla estaba formada por rocas, coral, cáctus centenarios y una espectacular vista de todo el Salar. Una aguja en un pajar, un aliento de esperanza en la desesperanza blanca. A partir de entonces el blanco continuó siendo el compañero protagonista de la excursión hasta llegar allí donde teníamos que pasar la noche, y donde comenzó otra aventura boliviana.
La agencia de viajes en la que habíamos contratado la excursión nos había prometido que dormiríamos en un hotel de sal. ¿Cuál fue nuestra sorpresa cuando de repente el lugar donde supuestamente teníamos que pasar la noche ya estaba ocupado. He aquí que nadie nos había dicho que lo primero que llegaba se quedaba. Un pequeño detalle que no les había contado es que todos los viajes al Salar son organizados y hay como 40 agencias diferentes, es decir que es como una caravana de 4x4 en busca del mejor lugar. Continuamos conduciendo durante una hora y media hasta que encontramos un hotel con suficientes plazas por los 18 expedicionarios, pero el hotel no era de sal como se había prometido.
En este punto el grupo se dividió entre los de buen conformar, partidarios de quedarse con el hotel que después de mucha investigación habíamos encontrado, y los que clamaron al cielo y montaron un "cristo" para que Bolivia dejara de ser Bolivia, y los bolivianos dejaran de ser bolivianos. Finalmente los que clamaron al cielo consiguieron que esa noche la sal formara parte de nuestros sueños y tuvimos el abrir y cerrar de ojos más salado que nunca habíamos imaginado.
Al día siguiente a las cinco nos despertábamos. De hecho los tres días transcurrieron a toque de tambor: parada de cinco minutos al lugar turístico de turno, cuatro fotografías, tres resoplidos, dos miradas y un grito de: VAMOS, VAMOS! Eso si, parando en las imponentes lagunas altiplánicas que se abrían a más de 4000 metros de altura, acogiendo a la más diversa fauna y flora del desierto.
Después de un día de calor sofocante, viento polvoriento y paisajes exuberante llegamos los primeros en nuestro refugio. La altura hacía de las suyas y conjuntamente con el cansancio acumulado durante las horas extremas del viaje provocaron un efecto somnífero importante. No obstante y tras una buena cena de carne de llama y un vinito aceptable, el cansancio ganó al mal de altura.
Aún con legañas en los ojos y la cabeza como un Bombo llegábamos al punto más alto de nuestro trayecto a 4950 metros de altura: los Geysers Sol de Mañana . Allí, aún de madrugada, unos pozos profundos de barro y fumarolas sulforosas hacían las delicias de los pocos valientes que se atrevían a desafiar el frío y el sueño propias de aquella hora de la mañana. A continuación un relajante y reconfortante bañito en las Termas naturales de Polcas de la que emanaba una agua calentita a 36 ºC, que con el contraste de los 5 ºC de temperatura ambiente, cantaban los ángeles.
Laguna verde y Volcán Licancabur fueron las dos últimas estampas de un viaje largo, duro y caótico, pero al mismo tiempo intenso, aventurero y fascinante. Hasta el punto que lo podríamos recomendar al más aventurero de nuestros amigos, pero no al más acomodado. Una vez vistas estas dos últimas bellezas todavía nos quedaban 7 horas de polvo, música pop-peruana a lo Wendy y nuestras tres almas catalanas (Andrés de Olot fue un excelente compañero de viaje) tenían unas terribles ganas de poner punto y final a esta Gran Aventura.